Pensar Juntxs: Miedo a la incomodidad
- Redpsicofem
- 14 oct
- 2 Min. de lectura
por Valeria Petraglia

La comodidad está sobrevalorada. La comodidad de no querer entrar en conflicto es una manera de sostener el conflicto de forma sintomática. Dicho de otro modo, la comodidad en este sentido no es para nada cómoda, invita a mantener la tensión como manera de no poder soportar lo angustiante que puede ser encontrarse con algo verdadero, algo en términos de un -asunto- verdadero que no queramos encarar. Incomodarse en cambio, puede ser algo aliviante. Incomodar no con el objetivo de causar malestar sino con el interés de develar la tensión que en la falsa comodidad queda velada, oculta. Incomodar como función de sostener la tensión que genera no entender algo sobre sí mismo o sobre el Otro. Sostener el malentendido es, a mi parecer, de las (a)puestas más interesantes que puede ofrecer un (a)nalista.
Tenemos una tendencia a velar (o negar, tapar, rechazar) lo que angustia, la división subjetiva en términos de Lacan, $, o en términos coloquiales no querer afrontar la frustración. Por el contrario intentamos asumir que entendemos algo, asumir un sentido de lo que en realidad nos genera contradicción(es). Frases como “yo soy así”, “no voy a cambiar”, “él está vuelto loco” “es un maníaco” “es un poco depresivo” “tengo ansiedad” son enunciados que por más comunes y coloquiales que sean, que no por eso son falsos, el análisis sí nos invita a ponerlos en suspenso y a pensarlos de otro modo dentro del encuadre analítico, ya que permite tomar distancia de ciertas narrativas que solemos habitar, que son conocidas. A priori no son enunciados que presentan ningún problema, pero en tanto enunciados que aparecen dentro del dispositivo clínico sí podemos apostar a realizar una lectura de ellos encausados en la dirección de la cura: ubicando la enunciación en lo que se dice, es decir, ubicando lo que habilita que eso se diga -velándose- ,es decir, que aparezca con cierto disfraz, que el enunciado aparezca vestido de cierto modo y no de otro, lo que se puede entender como la forma de decirlo.
Esto tiene una razón de ser y es estructural, en el sentido de que no es asunto fácil encarar la falta, en términos de lo que moviliza la búsqueda de respuestas, sino que nos llenamos de éstas, buscamos en el tarot, en gurús, en una pareja, madre, padre o amigo que nos llene de sentido, que se pare en el lugar de La verdad (única) y desde ahí oriente nuestras decisiones. El problema no es que otros orienten o propongan caminos, sino que eso nos deje sin poder armar uno propio.



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