Subjetividades disidentes en el escenario político actual: el impacto psíquico del avance la ultraderecha
- Redpsicofem
- 28 jun
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por Ignacia Salazar y Bárbara Valdivieso

Como cada año, las calles de Santiago recibieron la multitudinaria Marcha por el Orgullo el sábado pasado. No obstante, el aire que se respiraba en esta ocasión tenía un peso particular, de cara a las elecciones presidenciales. Los candidatos de la ultraderecha lideran peligrosamente las encuestas, los crímenes de odio son cada vez más cruentos y están a la orden del día. El cruce entre el avance del ultraconservadurismo hacia el poder y el aumento de los crímenes de odio no nos parece casual: cuando se legitima la hostilidad y el rechazo a la diferencia, no podemos esperar otro resultado más que el que observamos en el escenario chileno actual.
Una atmósfera así de amenazante, que pone en juego no solo los derechos civiles ganados, sino que la posibilidad de una existencia misma, inevitablemente causará efectos más allá de lo político; puesto que lo público atraviesa lo privado y lo interpela. Instala sensaciones de miedo, inseguridad, incertidumbre y vergüenza, sobre todo en los sujetos que habitan la diferencia, tal como lo hace la comunidad LGBTIQ+. Más allá de los planos políticos o legales, la normalización de violencias hacia las disidencias sexo-genéricas pone en juego la salud mental de las personas.
Ahora, vale mencionar que el odio tiene varias caras. Las agresiones físicas y asesinatos, alarmantemente en aumento, son la demostración más evidente y desgarradora. Sin embargo, no hay que olvidar la violencia simbólica que contienen estos actos y los discursos que los avalan, pues impulsan un brutal mensaje: “no debiste nacer así”, “tu deseo está mal”, “no hay espacio para ti así”, “estás mejor siguiendo la norma”. Mensajes hostiles que rondan desde las instituciones hasta la conversación cotidiana, proferidos sin cuidado por parte de legisladores o en el meme en el celular acusando que “no existe tu identidad”. Estas narrativas agresivas van infiltrándose en la subjetividad como si se tratara de granos de arena acumulándose. Cada vez que los discursos excluyentes se ven avalados bajo la “libertad de expresión”, crece la violencia y los granos de arena se van transformando en dunas en el espacio psíquico de alguien.
Es urgente desde nuestro rol como psicoanalistas sacar la voz desde lo que vemos en la clínica, valorar lo escuchado en los procesos clínicos y desde ahí tomar cartas en este asunto. En primer lugar, no hay que olvidar que el malestar experimentado por las personas LGBTIQ+ no es solo individual ni patológico, sino que está atravesado por factores estructurales, históricos y políticos. Entonces, cuando el discurso social –respaldado por instituciones, figuras públicas o medios de comunicación– se torna hostil hacia la diferencia, no es un dicho al aire. La proliferación del odio puede llegar a dejar efectos devastadores en la subjetividad de las personas.
El psicoanálisis entiende el síntoma dentro de su contexto y nos viene advertir que el sujeto se constituye en relación con los discursos que lo atraviesan. Entonces, ¿cómo no enfermar, cuando a diario percibes que tu existencia es un error? ¿cómo no desarrollar afecciones psíquicas, anímicas o corporales, cuando tienes que circular en un mundo donde existe la amenaza de que puedas ser aniquilado?, ¿cómo no va a doler el rechazo y el castigo a tu existencia, por el simple hecho de transitar fuera de la norma hetero cis?
Frente a este escenario, no existe tal cosa como la neutralidad, pues esta última es también una elección política. Ejercer una clínica comprometida con el enfoque de género implica una ética que no se agota sólo con aceptar el nombre elegido o respetar los pronombres. Exige una ética que vaya más allá, que sostenga una posición firme y clara ante los discursos de odio y que no guarde silencio ni se abstenga frente al escenario político actual. Es habilitar un espacio para que la palabra silenciada circule. Un lugar otro, donde ese algo de los sujetos que ha sido rechazado, expulsado y recriminado en el mundo, pueda ser acogido.
Cuestionar el avance de la ultraderecha en el escenario chileno actual no significa únicamente una diferencia de gustos políticos, ni se trata de de elegir el color político de preferencia. Se trata de alarmarse frente a un futuro posible en el que las condiciones mínimas para que se constituya una subjetividad que habite su deseo sin culpa, miedo ni vergüenza, podrían no estar presentes. Es nuestro trabajo, hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que las diversas formas de amar, de habitar el cuerpo y el deseo, no sean patologizadas ni exterminadas.
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