Día de las Brujas: Cuando una comunidad entra en pánico, necesita un enemigo.
- Redpsicofem
- 30 oct
- 3 Min. de lectura
por Isabella Ruiz Parisi

Históricamente “bruja” fue el nombre que se le dio a mujeres que vivían con otra lógica: sabían parir y acompañar nacimientos, conocían plantas, calmaban el dolor, ayudaban a otras a decidir sobre su maternidad (incluso a abortar), y compartían ese saber entre mujeres. Ese conocimiento corporal, sexual y comunitario fue leído como una amenaza política: autonomía femenina en el deseo, la salud y la reproducción.
La Iglesia y el Estado respondieron con terror organizado: etiquetarlas de “herejes”,“servidoras del demonio”, “peligro moral”, y después torturarlas y quemarlas en público. El fuego no era solo muerte: era mensaje. “Esto le pasa a la mujer que toma decisión sobre su propio cuerpo”.
Al mismo tiempo que quemaban “brujas” en Europa, se estaba conquistando y colonizando América y se estaba montando el capitalismo. A los pueblos originarios y a las mujeres racializadas se les aplicó la misma receta: llamarlas salvajes, sexuales, incontrolables, casi no humanas. Ese estigma sirvió para justificar la expropiación de tierras, la violencia física y el control de sus cuerpos. Es decir: el cuerpo de las mujeres y el territorio fueron tratados como cosas apropiables.
Desde el psicoanálisis se propone leer esto también como una historia de envidia y proyección: el cuerpo femenino —capaz de gestar, alimentar, dar placer, decidir— se vivió como algo insoportable para ciertos hombres, algo que había que destruir para calmar esa angustia. Entonces se le pegó a la mujer la fantasía de “demoníaca, sucia, veneno”, y se justificó atacarla físicamente para “purificarla”. Quemar brujas fue atacar el cuerpo de la mujer porque ese cuerpo era demasiado libre.
Esa misma reacción misógina frente a mujeres que piensan, trabajan, tienen voz pública, reclaman placer y control reproductivo… sigue hoy. La violencia contra las mujeres, los feminicidios, las campañas morales que intentan volver a encerrar nuestros cuerpos, son herederas directas de esa necesidad de fabricar una culpable para calmar el miedo social.
Hablar de “brujas” el 31 de octubre no es solo folklore . Es memoria política. Es decir: el terror nunca estuvo en nosotras. El terror estaba —y está— en el sistema que necesita culpables para sostenerse.
Referencias
Chávez, H. (2025, octubre 10). Las brujas de Salem: el miedo que necesita culpables. Crónicas del Diván… y después de él. https://cronicasdeldivan.com/2025/10/10/las-bruja-de-salem-el-miedo-que-necesita-culpables/ Crónicas del Diván
Garduño, A. (2021, marzo 15). Explicación psicoanalítica sobre la caza de brujas. SPM: Un lugar de encuentro, donde se hace y se enseña psicoanálisis. https://spm.mx/2018/explicacion-psicoanalitica-sobre-la-caza-de-brujas/ SPM
Blázquez Graf, N. (2008). El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia. Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades.
González Alvarado, A. M. (2016). De brujas y colonialismo: Historias paralelas que no se cuentan. Rev. REDpensar, 3(2), 1–22.713426539-De-brujas-y-coloniali…
Anexos
De brujas y colonialismo
Historias paralelas que no se cuentan
Of witches and colonialism
Untold parallel stories
La palabra bruja se utiliza no sólo para identificar a las mujeres que practican el oficio, sino también como adjetivo para nombrar a las catalogadas socialmente como malas y/o con una intuición
El foco estará en el proceso histórico desde un análisis que explica cómo la persecución y caza de brujas influenció la transformación del lugar social e identidad de las mujeres en el mundo y en particular en América Latina, desde el siglo XVI hasta nuestros días y su importancia para mujeres feministas costarricenses en la actualidad, que al igual que feministas anteriores, consideran a las brujas como símbolos de resistencia y sabiduría
Ser llamada bruja en la cultura machista es sinónimo de recibir un insulto, ya que como asegura Lagarde (2005) a las brujas se les coloca del lado del mal, cercanas a la locura, porque las remiten a formas de ser y saber prohibidos y por ende se convierten en un tabú, que trae otra dimensión de la realidad y que desafía lo establecido.



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